viernes, octubre 26, 2012

No, no le quiero dar importancia, no quiero pensar que lo es.
Sabes que fueron años duros de digerir,
Pero recuerdo tu cara, tu voz como si fuera una mañana huma y cálida diciéndome: “de nada hay que arrepentirse, si así lo has querido…”, tu madre no lo entiende, ¿pero tú si verdad?

Te pienso renuente de religión, creyendo en tu Dios de aventuras,
Maldiciendo a todo aquel mal sano a tus ojos aceitunas,
De ti recuerdo  el sol al medio día dorando tu piel apiñonada con sudor.
Tus manos ágiles y tu vida alocada, única. Acarreando frutas en aquel morral interminable.

Chencha:  aprendí a quererte, a  admirarte en secreto, a pensar en ti como una guerrera, a pesar de los males que eso llevo a mi hogar.
Así en secreto te lloro, porque tu muerte me dice que jamás volveré a nuestra tierra, 
que he perdido ya mi vida de esos años,
Te has muerto sin despedirte; anunciando mi soledad aquí.
¿Te vas como has querido?

No, no le quiero dar importancia que  falleciste, porque no puedo ir allá,
Me atormenta pensar en la despedida de los míos; y tú eras parte... 
no estás como tú sabías estar... ausente y bella.

Contigo parte una mujer que hizo el oficio de un hombre, en un pueblo mestizo tropical, que vivió con la copa y el cigarro en la mano, tú que atreviste a ser libre y sin importar nada…
lo cruel Ascencia Payró, es que eso algunas veces se paga con abandono…

Chencha,  planeé que haría de mi vida lo que tú habías hecho de la tuya, pero ahora sé que soy igual a tu hija, igual…  y también te amé.
Lágrima de oro por Anne Marie Zylberman