¡Hoy estoy agotada de leer, de ver, de escuchar al mundo, una cantidad de atrocidades llegan a mi y sin poder parar nada todo lo imagino, me lleno de angustias y de temores que oprimen los sentidos!.
Cuanto quisiera no vivir, no sentir en este planeta que esta plagado de inmundicias, de hombres y mujeres malditos que violan, corrompen, roban, asesinan, secuestran, asaltan, mutilan, al niño, al bebé, a la mujer, al anciano, al joven, a los animales, al planeta…
Hay veces que no puedo dormir, en mi mente vaga un grito y la infelicidad de alguien, y como tonta sólo pienso que dónde esta Dios, a dónde se fue, si existe, qué pasa… e intento -ilusa-mandar oraciones a quienes padecen o estén en una situación de dolor, pero impotente me duermo porque sé que repitiendo una plegaría no culminará las cadenas de horror de la humanidad.
A mi lado, junto a mi, conmigo crece ella… y no sé qué hacer con tanta maldad de este planeta en que nació, no sé como explicarle que debe ser lista y no inocente, que debe gritar y defenderse si alguien se la quiere llevar, que luche si alguien le intenta golpear... Tengo miedo que le llegue la maldad, pero temo más que nada cambie y tenga que seguir creciendo y viviendo aquí.
A veces me siento a la orilla de la cama y las lagrimas se me escurren de saberme impotente, de no encontrar una fórmula para enderezar las cosas, y sólo pienso en los ojos de mi nena, de la felicidad pura que habita en su piel, de la ternura que cada día me hace sentir única… y tomo aliento y me dispongo a enseñar que la honestidad y el amor son los valores que quizá sean un remedio para evitar que las personas sigan destruyendo todo y que otras tantas paren de sufrir hambre, guerras, enfermedades, pobreza y la calamidad de la contaminación… pero me pregunto cuántos luchamos desde nuestras trincheras para que el mundo sea otro por nuestros hijos, por nuestros padres, por nuestros hermanos… por el prójimo.
Cuanto quisiera no vivir, no sentir en este planeta que esta plagado de inmundicias, de hombres y mujeres malditos que violan, corrompen, roban, asesinan, secuestran, asaltan, mutilan, al niño, al bebé, a la mujer, al anciano, al joven, a los animales, al planeta…
Hay veces que no puedo dormir, en mi mente vaga un grito y la infelicidad de alguien, y como tonta sólo pienso que dónde esta Dios, a dónde se fue, si existe, qué pasa… e intento -ilusa-mandar oraciones a quienes padecen o estén en una situación de dolor, pero impotente me duermo porque sé que repitiendo una plegaría no culminará las cadenas de horror de la humanidad.
A mi lado, junto a mi, conmigo crece ella… y no sé qué hacer con tanta maldad de este planeta en que nació, no sé como explicarle que debe ser lista y no inocente, que debe gritar y defenderse si alguien se la quiere llevar, que luche si alguien le intenta golpear... Tengo miedo que le llegue la maldad, pero temo más que nada cambie y tenga que seguir creciendo y viviendo aquí.
A veces me siento a la orilla de la cama y las lagrimas se me escurren de saberme impotente, de no encontrar una fórmula para enderezar las cosas, y sólo pienso en los ojos de mi nena, de la felicidad pura que habita en su piel, de la ternura que cada día me hace sentir única… y tomo aliento y me dispongo a enseñar que la honestidad y el amor son los valores que quizá sean un remedio para evitar que las personas sigan destruyendo todo y que otras tantas paren de sufrir hambre, guerras, enfermedades, pobreza y la calamidad de la contaminación… pero me pregunto cuántos luchamos desde nuestras trincheras para que el mundo sea otro por nuestros hijos, por nuestros padres, por nuestros hermanos… por el prójimo.