Ese despertar no podía estar mejor, que tú,
Las 6 y no sonó el reloj;
Fui por la húmeda mañana a correr el secreto de la neblina y a cubrirme de abandono por venir.
Las horas pasaban como cualquier otro día, como la espera del sueño que termina, -y concluye renovándose en ti-.
Los balances se sumaban a esos encuentros clandestinos,
lejos de la moral,
Las entrepiernas tibias, las bocas húmedas; allí tu sonrisa se torno en heridas.
La caída del sol, el tintineo de mis lagrimas, que por dentro me ahogan –aún-, supe que lo nuestro
podía empeorar… tu voz quedita, cortada
y el desenlacé llegó. “me hace falta tiempo”.