Cómo iniciar,
diciendo qué, hablando de qué…
canciones, libros y recetas baratas de optimismo no sirven para este desencuentro en el que me sujeto. Una mañana suele ser ligera y llena de eternas pasiones; el día transcurre y las horas se derraman en el retorno más lejano de la carretera que es mi vida.
Se escucha todo en el silencio, dudo si esa mosca está zumbando, si es verdad lo que mis sentidos perciben, tanto es lo que no creo, que de repente meneo los brazos para saber si es una locura o en realidad la mosca susurra en mi oído. El sopor se apodera del movimiento de las cortinas, no sé cómo culminar mis angustias o que se detengan milésimas de segundos; sacudo mis piernas y es verdad aquí estoy.
Una noche cualquiera, de tercera de quinta puede ser la oscuridad en el cuerpo derramado y los pensamientos lejos de la memoria, una noche abollada por los libros y las teclas, por la presencia de las ganas culminada en ansiedad y ronquido, así es como se duerme, así como cayendo de un puente de marga, como soñando que no existo.
Qué voy a cancelar,
o qué haré para que los días se encuentren, las olas me devuelvan, qué hacer para que mis cabellos sean felices cuando el viento flote entre ellos, qué voy finiquitar con mis ojos extraviados, a dónde volveré si aún no sé si he partido, será que estoy viajando…
diciendo qué, hablando de qué…
canciones, libros y recetas baratas de optimismo no sirven para este desencuentro en el que me sujeto. Una mañana suele ser ligera y llena de eternas pasiones; el día transcurre y las horas se derraman en el retorno más lejano de la carretera que es mi vida.
Se escucha todo en el silencio, dudo si esa mosca está zumbando, si es verdad lo que mis sentidos perciben, tanto es lo que no creo, que de repente meneo los brazos para saber si es una locura o en realidad la mosca susurra en mi oído. El sopor se apodera del movimiento de las cortinas, no sé cómo culminar mis angustias o que se detengan milésimas de segundos; sacudo mis piernas y es verdad aquí estoy.
Una noche cualquiera, de tercera de quinta puede ser la oscuridad en el cuerpo derramado y los pensamientos lejos de la memoria, una noche abollada por los libros y las teclas, por la presencia de las ganas culminada en ansiedad y ronquido, así es como se duerme, así como cayendo de un puente de marga, como soñando que no existo.
Qué voy a cancelar,
o qué haré para que los días se encuentren, las olas me devuelvan, qué hacer para que mis cabellos sean felices cuando el viento flote entre ellos, qué voy finiquitar con mis ojos extraviados, a dónde volveré si aún no sé si he partido, será que estoy viajando…
voy a niciar diciendo que soy una esponja seca flotando en el cerebro de mis latidos...