martes, abril 29, 2008

IMAGINA…

La noche había caído junto a una llovizna que se estrellaba en los cristales de la habitación... el sonido de las gotas arrullaba la casa, el silencio de tu respiración en mi cuello hacían el calor perfecto de aquel nido donde nos acurrucábamos como gatos.
La cama estaba revuelta, la habitación a media luz, de repente tomó la camisa que colgaba como fantasma en el perchero de caoba y con discreción observó el reloj, del ropero viejo sacó una cinta blanca, una voz muy segura pronunció mi nombre, asintiendo la llamada esos ojos cafés me miraba sensual, -desnuda- él me tomó de los hombros y encima de ellos echo un camisón blanco, sentía como sus manos cálidas me colocaba la bata de tirante, Me recogí el cabello, a ciegas me puse las pantuflas y un abrigo de lana.
Escuchábamos como la lluvia aterrizaba en nuestra casa mientras te vestías, y de vez en cuando te acercabas a mí musitando que me tenías una sorpresa... tu voz se desvanecía en mis odios erizando mi piel. El teléfono sonó.
Ya es hora, bajamos las escaleras, se oyó como el para-aguas se abría al cielo, subimos a un auto, pasaron como 5 minutos e inusitadamente rompió el silencio diciendo: Negra hemos llegado, bajamos, se escuchó el rumiar del cerrojo, el rechinar de una puerta, entramos subimos más de 50 escalones o algo así, se escuchó el golpe de otra puerta, sentía algo de nervios el lugar olía suave, y el piso rechinaba muy quedito.
Tal vez eran las 9:30 de la noche, no lo sé, empezaba a sentir más frío y al instante sus manos empezaron a deslizarse por mis hombros, hasta llegar a mis pechos…poco a poco empecé a ver claro; la habitación tenía ventanales grandes, se podía contemplar las gotas que se deslizaban sensuales al ritmo de la lluvia, cada rincón de la habitación se iluminaba con velas gigantes, la cama vestida de níveo con barrotes salomónicos de tinte dorado... junto a la cama había una botella de vino y frutas... me acercó la copa a la boca, el vino se deslizaba en mis comisuras, entonces sus besos se combinaba con mi saliva cálida, su lengua recogía el vino que se deslizaba por mi cuello. Me paré frente al ventanal, viendo hacia la calle recogí mis cabellos la lluvia empezó a aumentar y el sonido de choque en el tejado de la casa vieja se mezclaba con nuestras ganas.

Tuya Lilo