miércoles, mayo 23, 2007

Para qué Dormir…


Estoy entre sábanas y ausencia, busco el sueño; averiguo si habrá concilio del colchón conmigo…por las siguientes horas. Éste armazón de célula y locura ya reclama el despliegue de los parpados –como es natural- y yo y las ganas del insomnio no me dejan pactar un encuentro de pesadillas y quimeras. Aun no me duermo.

No hay lagañas a ésta altura de la noche que selle el día en mi cara, no hay satélite, ni luz artificial que se filtre en la rendija rota de mi ventanal, no hay noche en que no reclame el calor de tus alas y el sonido de tu silencio en mi espalda. Ésta oscuridad externa al espacio no permite el asomo de un pestañeo a los resortes y almohadas de mi cama, no me duermo, ya no me quiero dormir.

El himno nacional ya marcó medía noche, el último sonido estalló en un ruido sin señal en la radio, todos los escándalos y secretos de la noche se desatan a la hora del Diablo a ésta estancia cero que se logra percibir en un pueblo tan viejo que cualquier entidad y cantidad paranormal puede vagar aquí. Y no temo por miradas fantasmales, tengo miedo porque no estás.

Las 12 de la noche y todo no está sereno, hay un concierto sin armonía, un descalabro de rumores salvajes de la civilización pueblerina, allá afuera, aquí adentro, cómo me dormiré con tanto murmullo de autos, pájaros con gritos de perros, cohetes perdidos y un tren que se puede escuchar desde la otra villa, cómo dormiré sin el ruido de tus órganos en mi vientre, en mi boca, en mi espalda, en mi pecho… ¿cómo?, sin es media noche y no está sereno, no estás.

El frío y el calor inician a rondar silban muy quedito, como aquel gendarme que vigía los jardines y las casas bonitas en un emporio que no se encuentra aquí. Mis pies y mis brazos se escabullen en el estambre y el recuerdo de tu dermis blanca cubriendo mi color arena. Imagino que chorreas tu vaho en mí, para calmar el frío que se está resguardado en mi espalda, colándose en mi esponja nocturna. Que diabólica habitación, y no estás.

En que instante me descuidaré, en qué momento estaré dormida creyendo que duermes a mi derecha -si miro el techo- a qué hora desgraciada me dejarán aparecerte los ruidos de este sumido y arcaico pueblo, a qué regalada gana veré un instante de ti en medio de mi sueño, en éste color azul-marino –casi negro- a qué hora dormiré a tu lado en esta oscuridad aberrante en que no estás.

Será que pronto amanecerá y tendré las cobijas encima, será que al despertar escucharé tus ruidos de sueño y el televisor perdiéndose en una canal cualquiera, ¿será qué una noche de estas se hará mañana envuelta entre tus ganas y tus piernas? Para que dormir, sino estás, si despierta puedo traerte a mi mente, si despierta puedo soñarte, para que dormir…