Ella:
¿No sé qué decir?
o por lo menos no sé contar cosas buenas de ti,
la vida se me ha ido pensando que no tienes vocación ni ganas de la humanidad,
los años se nos han venido como una piedra rodante cuesta abajo,
y sigo sin saber por qué volví.
Él:
He sido un bueno para todos, y nada para ti,
No supe decirte que Dios sólo es cobijo, y no la respuesta a nuestros encuentros.
Así es, los años se nos vinieron en galga y tú trepada en ella.
Regresé porque el tiempo me lo imaginé a tu lado como un árbol perenne, pero olvidé que algunas veces el viento de la primavera los deja vació y sin color… y el árbol se hace opaco…
Ella:
Me cansó de ti y de la presencia de tus cosas,
Y si no estuvieras, seguro me hago dueña de la cama, del baño y del silencio que ya no ronda por aquí,
Pero sólo Dios sabe porque te habrí la puerta.
Él
No importa que no sea el hombre que has deseado, porque de nada hubiera servido.
La casa es tuya, las cortinas son tuyas, los moñitos, los encajes, la biblia, el rosario y cuadros en la pared son tuyos… eres la dueña de la casa. Lo mío lo tengo escondido.
¡Y Dios no sabe de puertas.!