
…Así pasó:
El primero de otoño se hallaba sujeto a las membranas secas de aquellas hojas flotantes entre los cúmulos del viento y el polvo de la calle. Las luces chocaban con los cristales de la tienda de la esquina… cada auto parecía que se iba encima de la barda descascarada de los cuartos de alquiler de don Matías, en esa cantera de esquina permanecían los pensamientos de Romelia, buscando un sitio para alejarse aun más de si misma.
Sus pasos comprimidos por el deseo del desahogo, corrían hacia la puerta chimuela de Jesús José que con los brazos tendidos ahuyentaron el silbido del tiempo, la humedad flotaba y el temblor de Romelia con los dedos de aquel hombre de ojos profundos como el agua que corre por los ríos en el mes de abril, se dejó arrullar, se dejó ir en el año de 1966.
El amor que acabó entre golpes de lluvias y ladrillos cobrizos, hicieron que Romelia perdiera días de serenidad en el cuerpo de Jesús José que se convirtió en la estancia más tibia y segura para los sueños de aquella mujer, él empaco todos sus alientos y sabores en su boca… y Romelia, por un instante sacó sus pertenencias que guardaba en una bolsa de henequén y de allí saltó su corazón confundido y calido. Él se perdió tendido en el humo de un cigarrillo.
Después de un tiempo nos casamos, aquella tarde de otoño se ocultó como si no hubiera sido… ¿Ves Susanita? que la vida de amor de aquel corazón se ha convertido en un libro ámbar, con mohos, viejo y cansado de ser hojeado, así se arruinó lo nuestro, como en esa misma tarde en que las gotas se detuvieron y Jesús José me despidió de la puerta herrumbrada … partí igual a esos autos de nuestra época de metal pesado… pensando que la puerta aún podía ser de llegada.
El primero de otoño se hallaba sujeto a las membranas secas de aquellas hojas flotantes entre los cúmulos del viento y el polvo de la calle. Las luces chocaban con los cristales de la tienda de la esquina… cada auto parecía que se iba encima de la barda descascarada de los cuartos de alquiler de don Matías, en esa cantera de esquina permanecían los pensamientos de Romelia, buscando un sitio para alejarse aun más de si misma.
Sus pasos comprimidos por el deseo del desahogo, corrían hacia la puerta chimuela de Jesús José que con los brazos tendidos ahuyentaron el silbido del tiempo, la humedad flotaba y el temblor de Romelia con los dedos de aquel hombre de ojos profundos como el agua que corre por los ríos en el mes de abril, se dejó arrullar, se dejó ir en el año de 1966.
El amor que acabó entre golpes de lluvias y ladrillos cobrizos, hicieron que Romelia perdiera días de serenidad en el cuerpo de Jesús José que se convirtió en la estancia más tibia y segura para los sueños de aquella mujer, él empaco todos sus alientos y sabores en su boca… y Romelia, por un instante sacó sus pertenencias que guardaba en una bolsa de henequén y de allí saltó su corazón confundido y calido. Él se perdió tendido en el humo de un cigarrillo.
Después de un tiempo nos casamos, aquella tarde de otoño se ocultó como si no hubiera sido… ¿Ves Susanita? que la vida de amor de aquel corazón se ha convertido en un libro ámbar, con mohos, viejo y cansado de ser hojeado, así se arruinó lo nuestro, como en esa misma tarde en que las gotas se detuvieron y Jesús José me despidió de la puerta herrumbrada … partí igual a esos autos de nuestra época de metal pesado… pensando que la puerta aún podía ser de llegada.
Así como te cuento sucedió. Mis recuerdos de amor se han ido flotando en las canas que deja -él- cada noche , cada mañana en la almohada… de besos de hermanos separados, de sus ganas por verme correr una vez más, pero ahora no pienso que hay puerta de llegada, sólo de partida.
Veme soy un cáncer, un cáncer ausente… en esta mujer me convertí, llena de hijos y de cosas estupidas en la casa. Soy la suma de mi dinero, de carnes duras sin sensibilidad, así me hice al descubrir que mis esfuerzos de mujer virginal se habían ido por siempre y que a él ya no le importaba estremecerse con mi piel... querida Susanita no dejes morir tus ganas, si aún sientes, si aún tienes vida… vé y busca tu otoño.
Veme soy un cáncer, un cáncer ausente… en esta mujer me convertí, llena de hijos y de cosas estupidas en la casa. Soy la suma de mi dinero, de carnes duras sin sensibilidad, así me hice al descubrir que mis esfuerzos de mujer virginal se habían ido por siempre y que a él ya no le importaba estremecerse con mi piel... querida Susanita no dejes morir tus ganas, si aún sientes, si aún tienes vida… vé y busca tu otoño.
Me iré podrida y con un recuerdo juvenil fallido, casada por amor, unidad por la avaricia que me llenó de desventura. Susanita ve por un hombre, vé por la ternura y las sensaciones de una piel sublime, encendida por ti.
Lo único que habrá de mi cuando me muera serán peleas por mis bienes y las cosas que me repugnan pero que le dieron sentido humano a mi vida y a mi hacienda e irán a la basura, mis hijos me llorarán… un día y Jesús José, no sé… no sé al final creo que aún lo amo. Lo amo como el recuerdo de esta tarde de verano.
Lo único que habrá de mi cuando me muera serán peleas por mis bienes y las cosas que me repugnan pero que le dieron sentido humano a mi vida y a mi hacienda e irán a la basura, mis hijos me llorarán… un día y Jesús José, no sé… no sé al final creo que aún lo amo. Lo amo como el recuerdo de esta tarde de verano.