domingo, agosto 02, 2009

Romelia













Romelia
I
¡Que dolor! Romelia, es tan insostenible, tan lleno de las formas de la casa, como tu vientre que se hizo llano y tus lagrimas desiertos noctámbulos en la eternidad; por cierto los objetos de nuestra habitación se avizoran intactos, la cama sigue echada, esperando…, las sábanas escabrosas con olor a creolina, los pisos limpios por la gracia del cloro, ah la parafina no se logró desprender de la sala de estar; ahora las paredes se cargan de los hijos y los gritos de los nietos.

Aquel día traía la camisa de cuadros rojos, iba directo a cambiar mi vida, a encontrarme con una de las mujeres quedadas y aún casaderas del pueblo, pero tenías que regresar justo para aventarme a la cara tus ojos punzantes, tu aliento perfecto para no olerse más. Te extrañé, y quizá en aquellos días en que tus manos se transformaban en hiena mi corazón bombeo leche perdida; en los últimos días de nuestras noches ya no supe si era amor o lástima o tal vez miedo a la soledad a la que me expusiste… desde aquella tarde de agosto, que traías las piernas repletas de abandono y tus manos cargadas de vacío.

Romelia, me afeité, acomodé mis cabellos cubriendo el horizonte que es ahora mi cabeza, y en la hondura de mis ojos verdes comprendí que nada me ataba a tus pasos, te has muerto, estás enterrada hace poco más de un mes, y tal vez lo nuestro le echamos tierra antes de tu sepulcro; ahora que veo mis ganas después de 50 años entiendo que esta semana es perfecta para volver a los recuerdos y echarlos en una bolsa de precipicio, aspirarlos y que se los lleven de ofrenda a esa lapida magenta en la que habitas; le he dicho a los hijos que rematen tus ropas, tus flores, tus cuadros, tus bolsas, medias y los manteles de cocina que tanto me disgustan, o que se peleen por esas cosas de menor importancia, porque los centavos que amasaste los voy a convertir en rondas y noches de motel.

De regreso a las nostalgias, al encuentro con mis carnes, las revivo, aunque ya es imposible estirarlas pero en esté todavía me sirven más que ayer. La semana pasada terminé una lista de mujeres de Charco Güero -que inicié el día que sucumbiste- y es bastante larga, algunas de ellas las he visto por el kiosco paseándose después de misa, pero nada me satisface y cómo no sé cual elegir, iré a visitar una por una, porque en estos primeros años de libertad no quiero que se transformen en otro medio siglo de sólo imaginar que tengo un amor.

Romelia que haces aquí, deja la vida que ya nada te pertenece, permite que mis dedos asiente la loción en mis sienes, deja de observarme, voy al Rancho de las Amapolas con Susanita Rivero la tercera en la lista, rumbo a su casa le comparé un girasol y tunas, voy a pedirle matrimonio para meterme en su cama, Romelia vete que aún no es mi hora…



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