martes, febrero 08, 2005

El aeropuerto: viaje a Rumania

I

El aeropuerto, repleto como suele estar en los días de fiesta de las carnes, sonidos de hélices, tacones corriendo, bajando escaleras en movimiento, abrazos y lágrimas de llegadas y despedidas... allí junto al cristal de una tienda, mis ojos se desorbitaban en la espera del vuelo a Rumania, que aun no se anunciaba, la desesperación tan normal en mi, aumentaba, todos los vuelos parecía que eran los míos... ¿cuánto se espera para ir a una ciudad gélida, gótica y añeja?


II

Las dos y un minuto, y un presentimiento me agüero que las alas de metal estaban retrasadas... para tranquilizar mis nervios y a la enjundiosa imaginación, abordé un pasillo que dirigía a la sala de información, con una taza de plástico, iba absorbiendo y meneando el agua negra que giraba con una pizca de mancha láctea, al llegar al borde del cubículo se me comunica que el vuelo efectivamente ya no saldría a las dos, sino a las seis, entonces se desbordó la ansiedad y el enojo, tomé mi maleta, tomé mis manos, mis pies y mi conciencia y me dirigí a la calle, parecía que la lluvia no se había retrasado...

III

Me senté en una banca oxidada, que daba justo a la entrada del aeropuerto central, me abrigué aun más, la lluvia había concluido su advenimiento, y la densa neblina empezó a cubrir las calles, las sendas de canteras brillaban en medio del efluvio de la madrugada... junto a la banca se estiraba un poste de luz que se apaga y encendía cada cinco minutos, me asomé a el para poder adivinar las letras de la Divina Comedia...

Qué hacer, a las tres de la mañana, en una ciudad vieja y ajena a tus gustos, para donde ir a esas horas, si los planes eran tan sólo esperar el arribo a otra ciudad; quizás lo que se puede hacer es permanecer dentro de la terminal, pero mi ansiedad de viajar, me habían hecho llegar cuatro horas antes de la partida, y el saber esa terrible noticia del retraso, derrumbo mis planes de mirar gentes y aparadores de libros de superación personal. Y lo único que se puede hacer ante la espera es seguir esperando pero en otro espacio, -me aconseje para si-

IV

Las cuatro y dos minutos, unos pasos se acercaban , un bastón se lograba ver que giraba de vez en vez, y entre mas cerca estaba la sombra, los zapatos de charol rechinaban, aquel tipo olía a encanto aun en la distancia, entre mas cerca sus mancuernas de plata y sus ojos grises podían sustituir el brillo de la luna en medio de la espesura de la madrugada... de repente una voz me dijo: ey, ey que hacéis aquí, no sabéis está es la hora, y le dije la “¿hora de qué...?” después de escuchar la cándida vos, ya no supe...


V

Había llegado a las diez al aeropuerto primero que cualquier otro pasajero, y no por ser puntual o para ocupar mejor lugar en el avión, ya que eso es imposible, simplemente porque a cada persona a bordo se le destina un número de asiento cuando se compra el boleto de viaje, así que sería absurdo llegar primero que nadie... lo mío fue por sobra de ociosidad y ya me había cansado de estar en el hotel, respirando ese hedor a desinfectante en el sanitario, lo peor era que se escurría por el cuartucho, me estaba matando el encierro, la humedad y la falta de compañía, con el fastidio me justifique y me dije: “que mas da esperar cuatro horas leyendo revistas y viendo por los aparadores...” entonces sin pensarlo mas, arrumbé a la recepción y escapé en el rumiar de un taxi viejo.

¡Sí!, había pensado que estaría incaminable la estación, porque en estás fechas todo mundo quiere partir para llegar... pero ese hecho me hacía bien, así se iría más rápido el tiempo, dando a cada pasajero-persona un pedazo de minutos y un sobre nombre de animal, ya fuera por su rostro o su andar, así es como planeaba matar la ansiedad y la espera por viajar. Con ese plan nada podía fallar... pero falló.



VI

...Una gran mesa, con mantel dorado, candelabros, cubiertos y bajillas de porcelana, -o por lo menos parecían de gran mayólica...- hombres y mujeres hablaban en grupos con indistintas conversaciones, comían, y reían al mismo tiempo que chocaban sus copas de tamaño singular, pero mas extraño era el contenido del cristal, de color rojo púrpura, las mujeres de repente empezaron a partir, de una en una, de par en par, se iban de la mesa, hasta que los hombre de igual forma se desvanecieron de sus sillas, y yo, allí sin saber nada, me quedé en el gran comedor con las servilletas de seda y tenedores de plata...

En un par de segundos ya estaba dentro de una habitación, con mi piel desnuda, sentía que mi corazón se desprendía poco a poco, mis órganos explotaban, las venas se hinchaba a la vez que se vaciaban lentamente, y sólo podía ver como mis pies se despegaban de la gran alfombra persa que cubría la inmensa recamara... les dije muy fuerte a esos seres que si me iban a comer, que por favor lo hicieran lentamente y que me disfrutaran, porque estaba sufriendo, porque valía mi vida mas que esa hora, que no era lo que esperaba en ese día, ni dirigirme a la ciudad de la Muerte, sino a Rumania, y ya no puede mas.... asustados me soltaron y me desvanecí en la cama de grandes patas y bellas cortinas de mantacielo, uno de ellos asombrado susurraba:”es que no puede ser... ¿cómo lo hace?”, su victima había logrado hablarles telepáticamente, pero ya era tarde mi intervención, mi propia ayuda había llegado en la hora menos precisa, empezaba a escurrirme sangre por los labios y ellos sólo partieron diciéndome...

VII

Por favor abrochar sus cinturones, dentro de unos minutos el avión aterrizará, le deseamos una fabulosa estancia en la Ciudad de Rumania...